miércoles, 29 de junio de 2016

UN SABIO LLENO DE AMOR.


SESENTA Y CINCO AÑOS DE SERVICIO Y AMOR


                                                Benedicto XVI 
fue ordenado como sacerdote un 29 de junio de 1951 en la catedral alemana de Freising por el cardenal Faulhaber, junto con su hermano Georg y otros 42 presbíteros bávaros. El papa Francisco quiso festejarlo en la Sala Clementina junto con los miembros del Colegio Cardenalicio y con la entrega, en edición en varias lenguas, del libro «Enseñar y aprender el amor de Dios» que recoge sus homilías sobre el sacerdocio y cuyo prefacio fue escrito por Francisco.
El papa Francisco dedicó el discurso que pronunció en homenaje al papa emérito al signo distintivo que caracterizó la larga historia de Benedicto XVI desde sus inicios hasta hoy: la búsqueda y el testimonio del amor de Cristo.
«Y este amor que nos llena el corazón, este creer, es lo que nos hace caminar seguros y tranquilos sobre las aguas, incluso en medio de la tormenta, tal como sucedió a Pedro; este amor y este creer es lo que nos permite mirar hacia el futuro, no con miedo o nostalgia, sino con alegría, también en los años, ya avanzados, de nuestras vidas».
"... usted Santidad, continúa sirviendo a la Iglesia; nunca deja de contribuir con determinación y sabiduría a su crecimiento; y lo hace desde ese pequeño monasterio Mater Ecclesiae en el Vaticano que se revela así algo completamente diferente de uno de aquellos rincones olvidados en que la actual cultura del descarte tiende a relegar a las personas cuando, con la edad, sus fuerzas decaen».
«Por lo tanto, la Providencia quiso que usted, querido hermano, llegase a un lugar, por así decir, tan propiamente «franciscano» del que emana una calma, una paz, una fuerza, una confianza, una madurez, una fe, una dedicación y una fidelidad que me hacen tanto bien y que nos dan tanta fuerza a mí y a toda la Iglesia. «Y permítame -improvisó- también un sano y gozoso sentido del humor».
«El deseo con que me gustaría acabar, es por lo tanto, un deseo dirigido a usted, y al mismo tiempo a nosotros y a toda la Iglesia: que usted, Santidad, siga sintiendo la mano de Dios misericordioso que lo sostiene, que pueda experimentar y testimoniarnos el amor de Dios; que con Pedro y Pablo, puede seguir regocijándose con gran alegría mientras camina hacia la meta de la fe».

Al final, el Papa Benedicto XVI dio las gracias :
 "... un gracias humano, gracias a todos. Gracias especialmente a usted, Santo Padre: su bondad, desde el primer momento de la elección, en cualquier momento de mi vida aquí, me conmueve, me lleva realmente, -más todavía que los jardines del Vaticano- hacia la belleza; su bondad es el lugar donde vivo: me siento protegido. Gracias también por sus palabras de agradecimiento, por todo. Y esperamos que pueda seguir adelante con todos nosotros por esta vía de la Divina Misericordia, que muestra el camino de Jesús, a Jesús, a Dios».
"Las Palabras "Después de dar gracias lo partió y se los dio", nos lleva a la realidad de la acción de gracias, a la nueva dimensión que Cristo dio. Él transformó en agradecimiento, en bendición, la cruz, el sufrimiento, todo el mal en el mundo».
«Y así, fundamentalmente, transubstanció la vida y el mundo y nos dio y nos da cada día el pan de la vida verdadera, que supera el mundo a través del poder de su amor. Al final, queremos insertarnos en este «gracias» del Señor y recibir la novedad de la vida y ayudar a la transubstanciación del mundo: que sea un mundo, no de muerte sino de vida; un mundo en el que el amor venció a la muerte»

jueves, 2 de junio de 2016

¡60 AÑOS! UNA BENDICIÓN.




La Vocación a la vida religiosa en comunidad tiene comienzos múltiples. El mío fue progresivo pero no consciente. Desde muy niña se fue desarrollando en mí lo religioso. Percibía a Dios en mis sueños, dormida o en vigilia, en forma de puntitos de colores que se expandían en el universo de mis imágenes, y yo me decía: “este es dios”. Eran imágenes sin fin, extensivas. Más adelante, en las misiones del campo, fueron los cantos, el incienso, las procesiones, la Adoración a la Eucaristía las que conformaron mi experiencia religiosa. La contemplación de la naturaleza, me hablaba de un ser infinito: el mar con su oleaje y sus rompientes en la arena y las rocas con ritmo y melodía peculiar nunca repetidos;  las montañas que no me cansaba de admirar en sus misteriosas formas y colores, y las estrellas lejanas  me abrían a otros mundos del espíritu.
Lecturas sobre religiones de culturas antiguas, me mostraron la sed universal de la humanidad por lo trascendente. Me fascinaba la música de Juan Sebastián Bach especialmente el Magnificat y La Misa en si menor; el Réquiem de Mozart, los Salmos de Stravinski cuyos sonidos me parecían catedrales cósmicas.
Las catedrales de Europa, con su arquitectura ya sea gótica o romana, con sus vitrales, esculturas, sobre relieves, hicieron que me adentrara en los misterios del cristianismo. Iconos y pinturas religiosas inundaron mi mundo interior.
A los 19 años comencé a leer literatura de espiritualidad católica que tocó una fibra esencial de mi existencia: mi meta, lo que yo quería hacer de mi vida. Una religiosa me dijo un día: “tú tienes vocación para la vida consagrada”, y el instrumento de mi ser empezó a vibrar y emitir sonidos nuevos.

En ese momento decidí ser religiosa. Y desde entonces, andado el camino de Jesucristo, ingresé a la comunidad del Buen Pastor, en Angers, Francia. Tenía 20 años y junto a mi nueva familia religiosa, he seguido un proceso de maduración ayudada por el Espíritu de Dios. Tengo 82 años y he vivido 60 al servicio del que es todo misericordia para mí y para las mujeres sufrientes.