CAMINANDO HACIA LA PASCUA ETERNA.
La condenación a muerte de Jesús fue consecuencia de su vida y de sus obras de misericordia. Estas escandalizaron a los piadosos del templo. Para ellos, Jesús había ido demasiado lejos. Intentaron encuadrarlo dentro de los cánones del tiempo; después, procuraron reducirlo al silencio; enseguida lo enemistaron con el pueblo y con las autoridades romanas; lo expulsaron de la sinagoga, excomulgándolo; lo difamaron acusándolo de poseído del demonio, de hereje, samaritano, comilón y bebedor y amigo de gente de mala clase; lo amenazaron de muerte haciéndolo ir al exilio; finalmente, decidieron matarlo, aprisionándolo, torturándolo, sometiéndolo a juicio y crucificándolo en el Calvario. La muerte de Jesús en la cruz no fue para ellos sino un crimen más.
¿Cómo reacciona Cristo, hombre lleno de ternura y misericordia? San Marcos nos dice que se entristeció profundamente por la dureza de corazón (3,5). Se produjo un desgarramiento en el interior de su alma. El no deja de amar, de anunciar la alegría del Reino que nace de la conversión, de creer que el Padre amoroso es también el Padre de los que lo rechazan.

Su amor para con los enemigos se manifiesta también en el sacrificio y el ofrecimiento del perdón. No deja que, el odio tenga la última palabra, sino el amor, aunque sufrido y doliente. Decide no echar pie atrás, no desistir, ni huir sino ofrecer su vida y sacrifica.