jueves, 30 de agosto de 2012

EXPERIENCIAS DE DIOS





Encuentros con Dios

Los invito a hacer un alto en el camino para preguntarnos dónde estamos en nuestra experiencia espiritual en el caminar al encuentro  del señor. Hemos escogido algunos breves textos de tres santos; en ellos podremos saborear lo que nos cuentan de sus encuentros, de su experiencia, de lo que sintieron.

JUAN BAUTISTA, profeta mártir, contemporáneo de Jesús.

 Juan aparece vestido como el profeta Elías.  Vestía “con un manto de piel y con un cinturón de cuero ajustado a la cintura” (2 Re 1,8). 
Juan le prepara el camino a alguien muy grande, a Jesús, y decía a las gentes que acudían a él: “Yo los bautizo sólo con agua para que se conviertan; pero aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo… Él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego” (Mt 3.11). Dijo también conviene “que él crezca y que yo disminuya” (Jn 3,30).
 El mismo Jesús, en el panegírico que hace de Juan Bautista, dice: Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista…” (Mt 11,7.9-10.13-14).

AGUSTÍN DE HIPONA, obispo y padre de la Iglesia

Nace en Tagaste África, el 13 de noviembre de 354  y fallece el 28 de agosto de 430. Esribió entre otras y muchas grandes obras, sus Confesiones.

Texto escogido 
 “Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé!  Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y deforme como era me lanzaba sobre  estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, más yo no estaba contigo.  Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y lo aspiré,  y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste y deseé con ansia la paz que procede de ti.” ( San Agustín, Confesiones libro 7)
Frasde :“No vayas fuera, vuelve a ti mismo. En el ser interior habita la verdad”.

ROSA DE LIMA, laica terciaria dominica
Esta hermosa joven, nació en Lima (Perú) el año 1586; cuando vivía en su casa, se dedicó a la asistencia de los pobres, a hacer catecismo y canto llevando al mismo tiempo una intensa vida  de oración, y penitencia. Vistió el hábito de la tercera Orden de santo Domingo, e hizo grandes progresos en el camino de la configuración con Jesús en su Pasión, en el servicio a los necesitados y en  la contemplación mística. Murió el día 24 de agosto del año 1617.
Texto escogido:
“Oíd estas palabras, me sobrevino un ímpetu poderoso de ponerme en medio de la plaza para  gritar con grandes clamores, diciendo a todas las personas de cualquier edad,  sexo , estado y condición que fuesen… de parte de Cristo y con palabras tomadas de su misma boca, que no se adquiere gracias sin padecer aflicciones…
Este mismo estímulo me impulsaba  impetuosamente a predicar la hermosura de la divina gracia: Oh si conociesen  los mortales qué gran cosa es la gracia, qué noble, qué preciosa, cuántas riquezas esconde en sí, cuántos tesoros, cuántos júbilos y delicias!" (Santa Rosa de Lima, de sus Escritos, al médico Castillo).
                                              Poema

¿Cómo te amaré, mi Dios,
siendo yo tu criatura,
y Tú mi Criador?
Pajarillo ruiseñor
Alabemos al Señor:
Tú alaba al Criador;
Y yo alabaré a mi Redentor
.


 Yo,(nombre)..que vivo  en el siglo veintiuno y no sé cuando será mi paso al Encuentro definitivo,

Relato, mi experiencia de encuentro con Dios, lo que vivo de mi Relación, lo que siento con respecto al Padre o al Hijo Jesucristo o al Espíritu de Amor.


Escribo

martes, 14 de agosto de 2012


MARÍA ASUNTA, VIDA EN PLENITUD




El cielo, o la absoluta realización humana
Hablar de esperanzas en el cristianismo, de realidades últimas, significa al fin y al cabo hablar de una máxima esperanza, un motivo que moviera a todas las demás. Bien entendido, el Cielo es esta esperanza máxima.
Debe entenderse que por cielo no se hace referencia a un lugar específico, como si ir al cielo significara mudarse a un lugar entre las nubes al lado de Dios. La palabra cielo se usa porque desde siempre, el lugar del cielo representa lo inamovible, lo que siempre es estable, lo que es inmenso y grande, en donde se identifica por su grandeza al lugar en el que debería de habitar Dios. En el Nuevo Testamento, a esta realidad escatológica también se le conoce por otros nombres: vida eterna e incluso reino de Dios.

Lo que significaría “irse al cielo”
El cielo entonces, como proyección máxima de todas las esperanzas del cristiano significa algo más que un lugar al que irse a vivir.
Si la búsqueda de todo ser humano es, partiendo de Dios, volver a Él, viendo a Dios como la realización plena del Amor y la Vida, el ir al cielo significaría que si la persona tuvo una vida orientada hacia el amor, y cuando tuviera que tomar su decisión final al morir, lo haría necesariamente hacia el amor. El cielo representaría el ser plenamente vivo, no sólo vivir para siempre, sino vivir en plenitud, no el tiempo sino la calidad.
 Como en el Reino de Dios, el cielo se realiza aquí en la tierra cada vez que amamos de verdad, en la entrega generosa, desinteresada a Dios y a las personas.
Sentir que la vida tiene un sentido, es cuando el cielo sucedería ya.
...y sería pleno en el más allá

Lo que aquí se vive no sería la plenitud completa. Esta sólo llegaría en el momento en que el ser humano  termine de nacer, al morir, a su vida definitiva. Ahí, si en su peregrinar buscó las condiciones que hacen del cielo un lugar de realización plena, entraría simplemente en ese estado, su vida quedaría plena de sentido a la luz de Jesucristo.

María, madre de Jesús, mujer fuerte, abierta a Dios,  sufrida en la cruz de tu Hijo, peregrina en la Fe, caminante en esperanza, fiel oidora del Espíritu, discípula y misionera de Jesús…  tu corazón lleno de amor, es biblia de Dios.

Nos alegramos contigo hija del Padre, porque ya resucitada, gozas en la intimidad de la plena comunión con Dios Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
..y te gozas compartiendo con los santos y los ángeles.







viernes, 3 de agosto de 2012

SAN PABLO Y EL ESTADIO DE DIOS


"¿Saben ustedes que en el estadio todos corren, pero uno solo alcanza el premio? Ustedes corran de tal manera que lo logren.”  I Co 9,24




Estamos desde hace un tiempo en plena “efervescencia olímpica”, la plena competencia, la capacitación física con el cultivo del carácter encaminada a conseguir logros destacables, en donde la competición, los éxitos son una expresión del instinto de pasar a la historia. 

San Pablo toma el ejemplo de los atletas  para decirnos "Corremos con perseverancia en la carrera que tenemos delante"… La meta se desplaza cada vez más allá y, lo que está en juego, es la salvación. Lo evoca en la carta a los Filipenses: "No es que yo ya haya alcanzado la meta o que ya haya conseguido la perfección, pero sigo corriendo con la esperanza de alcanzarla, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús”.
   En nuestro caso son otras las competencias que debemos realizar, empezando por la construcción del Reino de Dios entre las personas y las superaciones personales y comunes (criterios, hábitos, errores, pecados, limitaciones autoimpuestas, indiferencias, miedos, estancamientos, cansancios…)



Inspirémonos en estas Olimpíadas para recordar el relevo en la entrega de la antorcha. Cada una de nosotras tiene la antorcha  que llamea con el fuego del Espíritu. En la historia de nuestra provincia hemos aprendido a mirar estos traspasos del Fuego vivo, de unas hermanas que ya corrieron la gran carrera con Cristo a otras hermanas más jóvenes y éstas a su vez a otras que las van sucediendo. Nuestro testimonio de vida es la antorcha y el fuego que arde es nuestro amor.



¿Estaremos haciendo los relevos?
 “… una cosa hago: olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante,  corriendo hacia la meta, para alcanzar el premio a que Dios me
llama desde lo alto en Cristo Jesús.  Por lo demás, desde el punto a donde hayamos llegado, sigamos adelante. Fl 3, 13,14,16



Tomemos conciencia de la necesidad de preparar atletas para el Estadio de Dios y asegurar el relevo de nuestra misión cristiana. ¿Estamos listos para competir en la Olimpíada de Dios? ¿Nos preocupamos de crear Escuela de Olimpíadas divinas, en 

que todos y todas están invitados a ceñirse la corona?  Convoquemos a otros y otras para que testimonien el ardor del fuego  que los habita, que es el Espíritu divino.