«El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios
está cerca; conviértanse y crean en el Evangelio» (Marcos 1,15)
Toda la vida
y el mensaje de Jesús, es un llamado a LA CONVERSIÓN,
Cuando escuchamos hablar de «conversión» casi
espontáneamente imaginamos que se trata de corregir nuestros errores, portarnos
bien, mejorar nuestra conducta, es decir, pensamos en revisar y corregir
nuestras conductas morales. Esto está bien, pero
no es todo. El llamado bíblico a la conversión es mucho más profundo. Es una
desafiante invitación a entrar en la novedad de la acción de Dios: «El Reino de
Dios está cerca».
Cada día el Espíritu de Dios está actuando, y lo hace de un modo tan propio
que supera absolutamente nuestros esquemas de pensamiento y nuestras
estructuras apostólicas. Y eso es lo más maravilloso que puede sucedernos, que
la obra de Dios nos deslumbre por su grandeza, que nos desafíe a ensanchar el
corazón, que nos llame a la admiración por su obra. El auténtico llamado a la conversión no surge de la
conciencia de nuestro pecado, de nuestras incongruencias, de nuestras
fragilidades. Nuestros pecados, personales e institucionales, que no son pocos,
nos humillan y nos hacen sufrir. Pero si nos centramos en ellos nos hacen
entrar en una dinámica autorreferente, de auto-perfeccionamiento que terminará
alejándonos de Dios.
El llamado a la conversión no surge simplemente de revisar
y reajustar nuestros proyectos pastorales, nuestras orientaciones pastorales. El Señor nos
lleva la delantera, y por mucho. Es la percepción de la novedosa acción de Dios
la que nos desafía a la conversión, no la reflexión autorreferente sobre
nuestros problemas o nuestros proyectos. Son los «signos de los tiempos» que
logramos reconocer, personal y eclesialmente, los que nos desafían a la
conversión.
Convertirse es volver a concentrar la mirada en Dios, permitirle a
nuestro corazón volver a latir al ritmo de su Corazón. Es someter todas
nuestras estructuras y planificaciones a la pregunta por su utilidad para la
proclamación del reinado de Dios.
La conversión a la que nos invita Jesús es el cambio necesario para poder creer en el «Evangelio del reinado de Dios»: en la buena noticia del don inmerecido y sobreabundante de Dios, en el ofrecimiento de un perdón que nos sana y renueva para ponernos nuevamente al servicio de los hermanos.
La conversión nos libera de la «lógica mundana» para hacernos entrar en las actitudes profundas del corazón de Dios.
Adaptación de "Caminos de Conversión" de E. Pérez-Cotapos.
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