
CAPACIDAD DE CREAR COMUNIDAD
La Universidad, tiene el desafío de generar nuevas dinámicas al interno de su propio claustro, que superen toda fragmentación del saber y estimulen a una verdadera universitas.
De ahí, el elemento tan
importante para esta casa de estudios: la capacidad de avanzar en comunidad.
La comunidad está desafiada a no
quedarse aislada de los modos de conocer; así como tampoco a construir
conocimiento al margen de los destinatarios de los mismos. Es necesario que la
adquisición de conocimiento sepa generar una interacción entre el aula y la
sabiduría de los pueblos que conforman esta bendecida tierra. Una sabiduría
cargada de intuiciones, de «olfato», que no se puede obviar a la hora de pensar
Chile. Así se producirá esa sinergia tan enriquecedora entre rigor científico e
intuición popular.
La estrecha interacción entre ambos impide el divorcio
entre la razón y la acción, entre el pensar y el sentir, entre el conocer y el
vivir, entre la profesión y el servicio. El conocimiento siempre debe sentirse
al servicio de la vida y confrontarse con ella para poder seguir progresando.
De ahí que la comunidad educativa no puede reducirse a aulas
y bibliotecas, sino que debe avanzar continuamente a la participación. Tal
diálogo sólo se puede realizar desde una episteme (CONOCIMIENTO EN CERTEZA Y VERDAD) capaz de asumir una lógica plural, es decir,
que asuma la interdisciplinariedad e interdependencia del saber. «En este
sentido, es indispensable prestar atención a los pueblos originarios con sus
tradiciones culturales. No son una simple minoría entre otras, sino que deben convertirse
en los principales interlocutores, sobre todo a la hora de avanzar en grandes
proyectos que afecten a sus espacios»[1].
La comunidad educativa guarda en sí
un sinfín de posibilidades y potencialidades cuando se deja enriquecer e
interpelar por todos los actores que configuran el hecho educativo. Esto exige
un mayor esfuerzo en la calidad y en la integración, pues el servicio
universitario ha de apuntar siempre a ser de calidad y de excelencia, puestas
al servicio de la convivencia nacional.
Podríamos decir que la Universidad se
vuelve un laboratorio para el futuro del país, ya que logra incorporar en su
seno la vida y el caminar del pueblo superando toda lógica antagónica y
elitista del saber.
Cuenta una antigua tradición
cabalística que el origen del mal se encuentra en la escisión producida por el
ser humano al comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. De esta forma,
el conocimiento adquirió un primado sobre la creación, sometiéndola a sus
esquemas y deseos[2]. La tentación latente en todo ámbito académico será la de
reducir la Creación a unos esquemas interpretativos, privándola del Misterio
propio que ha movido a generaciones enteras a buscar lo justo, bueno, bello y
verdadero. Y cuando el profesor, por su sapiencialidad, se convierte en
«maestro», entonces sí es capaz de despertar la capacidad de asombro en
nuestros estudiantes. ¡Asombro ante un mundo y un universo a descubrir.
[1] Carta enc. Laudato Si’, 47.
[2] Cf. Gershom
Scholem, La mystique juive, París (1985), 86.
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