Hablar de la Asunción de María al Cielo es entender que la salvación de María fue absoluta, es decir que alcanzó su plenitud. Esa plenitud sólo puede consistir en una unificación e identificación absoluta con Dios.

Esa meta es la que nos espera a todos, si somos capaces de tener la misma actitud vital que tuvo ella. Si somos capaces de decir como ella: "Fiat".
Tengamos en cuenta que en el lenguaje bíblico "los cielos" significan el ámbito de lo divino, podemos decir con toda propiedad, que María está ya en ese ámbito.
En el Evangelio, una mujer hace a Jesús la alabanza de su madre, desde la perspectiva de su tiempo. En una cultura donde la mujer no contaba, el mayor elogio que se podía hacer de ella era que era la madre de fulano. Jesús responde:"¡Dichosos los que escuchan el mensaje de Dios y lo cumplen!"
La importancia del relato está en que Jesús rompe esa dinámica y restituye a la mujer el derecho a ser valorada como persona. También la mujer tiene capacidad de seguirlo y dar respuesta a la propuesta de Jesús.

María en su nueva condición, nos sigue llevando a Cristo, esa es su misión y lo fue desde que libremente dijo SÍ y aceptó el misterio de la Encarnación.
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