Mística Rosa de intocados pétalos,
límpido cielo de infinitas lámparas,
Musa celeste del Amor-Artífice,
alba del alba.
Si de tu esencia lo inefable tocó,
no sé si es luz, o resplandor, o llama,
o mar, o nieve, o limpidez, o nube,
flor o fragancia.
Como después del angustiado vuelo
el trino posa en la mecida rama,
regreso a ti - mi resplandor en ruinas -:
tú eres mi casa.
Dilapidé mi hacienda, Madre mía,
bebí mi sed y devoré mi náusea.
Lo tuve todo, y me han quedado sólo,
sólo mis lágrimas.
Mis manos todo de tu amor lo esperan,
como la noche espera, Madre, el alba.
Llévame siempre de la mano, llévame:
sé tú mi lámpara.
Llévame en pos de tu luciente aroma,
ciclón de lirios, amapola en llamas,
y, cuando el viento tu presencia anuncie,
róbame el alma.
Quiébrate, voz, ante el dintel sagrado
de aquel que es Trino en Una sola llama,
Llama que es Una en Tres incendios, Niña,
llena de gracia.
Amén.
(Himno de Vísperas de la Inmaculada)
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