“Sean fecundos y multiplíquense” Gén.1,28
¿Dónde están los niños que faltan?
En
un artículo de opinión1, Joaquín García-Huidobro se pregunta:
¿Qué pasa con chilenos y chilenas que han decidido no tener más hijos?
En ocho años más tendremos trescientos mil
niños menos. Habrá que cerrar escuelas, tendremos menos trabajadores, nuestra
población estará envejecida, nuestras extensas fronteras sin el resguardo
necesario y las ciudades de los extremas despobladas.
Estamos
viendo y viviendo el resultado de políticas de control de la natalidad
impulsadas por ideologías ajenas a nuestras raíces culturales y religiosas las
que muchas veces se han aplicado sin el debido respeto a las opciones de las
mujeres, por no decir con imposición en un claro abuso de poder.
Una persona vale más que mil mundos decía San Juan Crisóstomo y con él,
San Juan Eudes y Santa M. Eufrasia.
Un
ser humano es un microcosmos, un universo que guarda maravillas inestimables,
es materia y espíritu, es imagen de Dios, único, irrepetible..!
Si está en nuestras manos tomar medidas que se
traduzcan en políticas de estado, mejor, pero si nuestro ámbito es diferente,
podemos movernos, unirnos para que niños
y niñas sean deseados, bienvenidos a un proyecto de vida familiar, social, como
ciudadanos y ciudadanas del mundo.
Los hijos dan quehacer, y bendito quehacer que es crecer con otros. En las relaciones de mutualidad se van sembrando semillas de plenitud humana, familiar, comunitaria, nacional, universal. Los valores superiores de entrega, donación gratuita van plantando y cultivando vidas felices y vida eterna. Recordemos que somos inmortales.
¿Dónde están los niños y niñas que faltan?
Quizá
en la vida cómoda, egoísta, individualista. En políticas de estado serviles.
¿Cuesta dinero tener hijos?
¡Por
Cierto! Una familia cuesta no sólo dinero: cuesta la vida misma que es lo más
valioso. Dar vida, traer al mundo una vida inmortal es mucho más que tener un
auto, o tres televisores, o celulares de última tecnología, o dos perros,
mascotas, cigarrillos, alcohol…
Poblar
la tierra es una misión responsable, un compromiso con un proyecto de vida que anida en el corazón y la mente de
las personas desde jóvenes, desde las familias.
Poblar
el país es misión de los gobernantes, de los parlamentarios, de los ministros y
ministras ( salud, vivienda, mujer, trabajo…), en sus políticas de estado; de
los educadores, formadores.
La verdadera riqueza. ¿No
será mejor ser medianamente pobre con varios hijos, que rico con una pareja de
niños?
Gozar
con un ser humano que nace, crece, se desarrolla… vale más que mil mundos.
Jesús,
nos invita a ser como niños en la
inocencia, sencillez y alegría, actitudes que gracias a ellos vamos replicando en la
sociedad para construir una vida según Dios.
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1El
Mercurio, Domingo 15 de julio de 2012 pág D 15
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