El Señor vino, está viniendo y vendrá.
Este es un tiempo para abrirle la puerta
de nuestra vida, acogerlo en los demás especialmente en los que sufren pobreza
material y espiritual. Vayamos al Señor en los que se sienten solos, agobiados,
angustiados, sin techo, en duelo … allí encontraremos al Señor de manera,
siempre nueva y sorprendente ya que Él
se nos revela en los que menos pensamos.
El sentido del Adviento es avivar en nosotros
la espera en la venida del Señor. Si lo esperamos es porque ya lo amamos; si lo
esperamos es que tenemos fe en que Él vino, viene, y vendrá. Abramos los ojos y
el corazón para no dejarlo pasar de largo.
Armemos un nacimiento en el corazón, en nuestra
familia, en el trabajo… y regalemos lo mejor de nosotros mismos: alegría, entrega,
paciencia y mucho amor, en la sencillez de adaptarnos a los demás. Dejemos
fuera nuestra suficiencia, individualismo e intolerancia.
Preparémonos para vivir Navidad con un
compromiso de vida nueva, haciéndonos uno más entre los demás, limando aristas
que lastiman, y compartiendo el gozo de nuestra solidaridad y amor.
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