La vocación es una llamada
y una gracia que podemos escuchar y acoger o rechazarla; está fuera de nuestras
posibilidades el inspirarla y hacerla nacer. La iniciativa es de Dios. Dios
golpea las zonas misteriosas de nuestra existencia, y llama a desarrollar la
pasión por Aquél que dio la vida por
nosotros. Cada uno experimenta esta llamada según la apertura de su conciencia
y corazón a la propuesta de Él, al proyecto que tiene para cada persona, ya sea
en la vida laical, en la vida matrimonial, religiosa, sacerdotal….
“No son ustedes los que me
han elegido, soy yo quien los ha elegido”, dice Jesús. Los primeros apóstoles se fascinaron con
Jesús y fue Juan Bautista quien se los mostró; lo siguieron y le preguntaron:
¿Dónde vives?, y se fueron con él. Los
discípulos fueron llamando a otros y así se fue formando la cadena de
seguidores de Jesús, por la palabra y el testimonio de otros.
Vocación es un proceso de descubrimiento de Dios en el que
la persona se deja tomar por el
Espíritu, para seguirlo, en un camino estrechamente unido a la maduración
humana y de la fe, en un diálogo con Dios, que dura toda la vida.
ROSA VIRGINIA
PELLETIER ha escuchado la llamada de
Jesús a seguirlo en la vida religiosa. El 20 de octubre de 1814 entra al
Monasterio de Nuestra Señora de la Caridad, en Tours, como postulante; es un
día de gran fiesta en el Monasterio, ya que ese día se celebra al Corazón Divino de Jesús, Solemnidad litúrgica
que Juan Eudes, fundador de la Orden, celebrara por primera vez el 20 de
octubre de 1672 en Francia. Rosa Virginia es llamada la postulante del Sagrado
Corazón. La joven queda marcada por este hecho que pasa a ser el centro de su
espiritualidad. El Corazón de Jesús la invita a la cercanía, afecto, ternura;
se siente cautivada por el Amor. El amor de misericordia será su programa de
vida; amor de fuego que quema, que abraza, que purifica, que renueva. Jesús
vino a traer fuego a la tierra, y ¿qué ha de querer Rosa Virginia sino abrazar
al mundo entero?
Esta vocación de ardiente
celo apostólico, se irá desarrollando en ella a través de su vida. Es 1817 y
tiene 21 años cuando profesa sus votos religiosos de Castidad, Pobreza y
Obediencia y el voto de celo apostólico, específico de la Orden. Rosa Virginia
se llamará de ahora en adelante María de Santa Eufrasia.
Como joven profesa, ,
ejerce su misión de liderazgo con jóvenes vulneradas, con quienes aplica una
pedagogía de comprensión, bondad y firmeza y en la cual va descubriendo una
llamada más fuerte a ejercer misericordia. Siente que el Señor le dice “Misericordia
quiero”. En su trato con ellas había experimentado la profundidad interior de
algunas jóvenes internas, cuya conversión a Dios las hace aspirar a una vida de
entrega total a Dios. Constata entonces que su propia vocación está ligada a la
vocación de estas jóvenes y cuando es elegida superiora del Monasterio, a los
29 años, les organiza un pequeño monasterio en la gran Casa de Tours. Serán
llamadas Magdalenas y será para María Eufrasia “la coronación de su Obra”.
Ingresan cuatro internas y tres años más tarde serán doce.
En 1829 experimenta otra
llamada fuerte de Dios, se trata de la fundación en la ciudad de Angers en la
cual pone grandes esperanzas. Recuerda cuando era niña y paseaba por las playas
de Noirmoutier, donde nació. Allí todo era horizontes, diversidad, dinamismo,
corría por la orilla del mar mojándose los pies en carreras locas con sus
compañeras. Es allí, al escuchar el relato de los marinos sobre la trata de
negras, que despertó en ella el espíritu misionero. No sabe por qué pero asocia
estos recuerdos con Angers. Un día una religiosa le había dicho: “Usted será un
ángel o un demonio”; Rosa Virginia le respondió que sería religiosa. “¡Uf, con
su carácter!” refutó la religiosa. Esa
semilla vocacional ha ido creciendo. Se sabe audaz y emprendedora, ¿cómo no
recordar cuando se arrancó del internado en la noche para hablar con la
superiora del Refugio sobre su vocación? Con la fundación de las Magdalenas
tuvo que enfrentar oposición, y este riego ha permitido a la semilla
convertirse en una planta con ricas y hermosas hojas y flores.
Madre Eufrasia es nombrada
superiora de la nueva fundación, allí tiene que multiplicarse para atender a
las novicias, a las jóvenes profesas a las jóvenes internas; hay pobreza,
faltan religiosas con experiencia ya que son sólo tres hermanas de votos
perpetuos. Dios no abandona a su servidora, la rodea de bienhechores, cuenta
con el apoyo del Obispo de Angers, de sacerdotes adictos al Monasterio, de novicias que llegan en bandadas.
Es ahora cuando su vocación
la llama a hacer crecer el árbol. Apoyada por la comunidad, el obispo, algunos
sacerdotes y bienhechoras decide crear lo que se llamó: “el Generalato”. Es
decir, las Casas que a continuación se funden dependerán de Angers que será la
Casa Madre cuya superiora será la Madre general; allí mismo habrá un solo
noviciado. Las hermanas podrán ser enviadas a las distintas fundaciones. El
obispo de Angers eleva una súplica al papa Gregorio XVI para su aprobación.
El icono del Buen Pastor
en el desarrollo vocacional de María Eufrasia.
La figura bíblica del BUEN
PASTOR queda indisolublemente unida a la
Nueva Congregación, que aprobada el 16
de enero de 1835 tomará el nombre de NUESTRA SEÑORA DE LA CARIDAD DEL BUEN
PASTOR. Ella, Rosa Virginia, la postulante del Divino Corazón,
experimenta en el Corazón del Buen Pastor, la encarnación de la misericordia
del Padre, que acoge con ternura y llama por su nombre a cada persona,
especialmente a las que más sufren. Desde entonces el Pastor Bueno será fuente
inspiradora y camino para las hermanas.
(Centro de Espiritualidad Buen Pastor)
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