¿Y YO, ME CANSO DE PERDONAR?
¡Por Dios, cuánto cuesta perdonar!
Las ofensas hieren a tajo abierto, se apoderan de nuestras emociones y
sentimientos; toda nuestra vida afectiva se involucra en la ofensa,
y somos afectados en el pensamiento, en el cuerpo, en las decisiones.
Jesús perdonó
definitivamente a toda la humanidad, desde la cruz con esta oración:
"Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen" y también nos
enseñó: "Padre nuestro...perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a quienes nos ofenden".
El perdón va de la mano con la verdad y la
justicia, y nos lleva más allá, a una decisión: a acoger en nuestro corazón a
quien nos dañó, orar por esa persona insistentemente para que mi corazón sea
liberado del rencor o del odio.
Una ofensa recibida, nos pone en situación de crisis,
de enfermedad espiritual que puede derivar hacia dos vertientes, la venganza o
el amor. Optar por esta última es dejarse conducir por el Espíritu y renacer
movida por su Soplo.
El perdón se vive en un acto de decisión, movida por la gracias de Dios.
Para meditar: "Perdónanos como nosotros perdonamos". Agrandemos nuestra medida.
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