La Puerta de la Fe
No podemos dejar que la sal se
vuelva sosa y que la luz permanezca oculta. (Mt 5,13-16)
Durante este tiempo, tendremos
la mirada fija en Jesucristo, «que inició y completa nuestra fe» (Hb 12, 2): en él encuentra su
cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor,
la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la
ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene
su cumplimiento en el misterio de su Encarnación, de su hacerse hombre, de su
compartir con nosotros la debilidad humana para transformarla con el poder de su
resurrección. En Él, muerto y resucitado por nuestra salvación, se iluminan
plenamente los ejemplos de fe que han marcado los últimos dos mil años de
nuestra historia de salvación.
Deseamos que este año suscite en todo creyente la aspiración a confesar
la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza. Será
también una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la
liturgia, y de modo particular en la Eucaristía, cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y
también fuente de donde mana toda su fuerza.
Queremos celebrar este año de manera digna y fecunda.
Habrá que intensificar la reflexión
sobre la fe para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al
Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de
profundo cambio como el que la humanidad está viviendo.
La obra de Dios es ésta: que creáis en el que Él ha enviado (Jn 6,29).
Con el
corazón se cree y con los labios se profesa. (Rom 10,10)
Sé valiente para
profesar tu fe, sin miedo al qué dirán.
Presenta tu fe con amor.
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