La Puerta de
la Fe (Porta Fidei)
Carta
apostólica del Sumo Pontífice Benedicto XVI.
El primer acto con que se llega a la
fe,
es un don de Dios.
En Romanos 10, 10 se lee: “Con el corazón
se cree y con los labios se profesa”. Profesar con la boca indica que la fe
implica un testimonio y un compromiso público. El cristiano no puede pensar
nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor
para vivir con él. Y este «estar con él» nos lleva a comprender las razones por
las que se cree. La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige
también la responsabilidad social de lo que se cree.
La Iglesia en
el día de Pentecostés muestra con toda evidencia esta dimensión pública del
creer y del anunciar a todos sin temor la propia fe. Es el don del Espíritu
Santo el que capacita para la misión y fortalece nuestro testimonio, haciéndolo
franco y valeroso.
La misma
profesión de fe es un acto personal y al mismo tiempo comunitario. En
efecto, el primer sujeto de la fe es la Iglesia. En la fe de la comunidad
cristiana cada uno recibe el bautismo, signo eficaz de la entrada en el pueblo
de los creyentes para alcanzar la salvación. Como afirma el Catecismo de la Iglesia Católica: «“Creo”,
es la fe de la Iglesia profesada personalmente por cada creyente,
principalmente en su bautismo. “Creemos”, es la fe de la Iglesia
confesada por los obispos reunidos en Concilio o, más generalmente, por la asamblea
litúrgica de los creyentes. “Creo”, es también la Iglesia, nuestra Madre,
que responde a Dios por su fe y que nos enseña a decir: “creo”, “creemos”».
Como se puede
ver, el conocimiento de los contenidos de la fe es esencial para dar el propio asentimiento, es decir, para
adherirse plenamente con la inteligencia y la voluntad a lo que propone la
Iglesia. El conocimiento de la fe introduce en la totalidad del misterio
salvífico revelado por Dios. El asentimiento que se presta implica por tanto
que, cuando se cree, se acepta libremente todo el misterio de la fe, ya
que quien garantiza su verdad es Dios mismo que se revela y da a conocer su
misterio de amor.
Por otra
parte, no podemos olvidar que muchas personas en nuestro contexto cultural, aun
no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido
último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo. Esta búsqueda es un
auténtico «preámbulo» de la fe, porque lleva a las personas por el camino que
conduce al misterio de Dios. La misma razón del hombre, en efecto, lleva…, a ponerse
en camino para encontrar a Aquel que no buscaríamos si no hubiera ya venido.
La fe nos invita y nos abre totalmente a este
encuentro.
El Espíritu Santo fortalece mi fe y me da
valor para proclamarla.
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