HERMANA ROSA VIRGINIA TAGLE MARTÍNEZ
Religiosa del Buen Pastor
8 noviembre 2012 +
Algunos recuerdos. Escribe
Hna. Elena Rodríguez
Cuando la Hermana Rosa
Virginia llegó a Talca a formar parte de la comunidad de hermanas mayores, sentí
una gran alegría, ya que, anteriormente por los años 80, ella vivió con nosotras
unos meses en la Comunidad de Gamero, ( Chillán), la que recuerdo como una
experiencia maravillosa. Compartíamos la
vida de una manera sencilla y alegre. Nos tocó vivir Adviento y Navidad juntas,
tiempos litúrgicos, que, con ella, tuvieron un sabor especial, de gozo, en la
oración y reflexión compartida, junto a los desafíos de cada día en la
comunidad y en la misión.
En el sur nos gusta mucho por estas fiestas preparar en casa, la Cola de Mono, que nos queda bastante rica. A ella le encantaba, así es que nosotras, lo disfrutábamos. Celebramos mucho la vida, en esa época. Cantábamos, jugábamos, vivimos momentos muy entretenidos, buenas conversas. Creo que la Rosita lo pasó bien en esos meses porque nos lo dijo. Y nosotras también con ella.
Los primeros años que vivió en María del Camino, se comunicaba perfectamente bien, siempre con su voz suave y bajita.
En ese tiempo, íbamos más seguido que ahora, parece que contábamos
con un poco más de tiempo.
A cada una nos saludaba con atención. Me decía: todos los días rezo por Ud. y su misión. Eso era muy reconfortante. Me invitaba a sentarme cerca de ella y la conversa se daba como por encanto, Dios estaba en el centro, casi sin darnos cuenta, así como las necesidades de la gente, los problemas del momento….la vida. Al despedirnos me decía: No se pierda. Unión de oraciones.
A ella le interesaba todo
lo que nosotras vivíamos en la población. Nos preguntaba qué estábamos haciendo…lo que estaba ocurriendo
en el momento…en la parroquia…teníamos la oportunidad de compartir en la mesa,
con las hermanas, el quehacer y el cómo vivíamos las diferentes situaciones del
día a día…a ella le encantaba.
Para mí la Rosita fue una hermana muy motivadora de nuestra vida consagrada, con auténtico celo apostólico, que podía encender otro corazón.
Testimonio. Escribe Miguel
Ángel Riquelme.
Madre Rosita Virginia, dejó en mi vida desde niño la imagen de una religiosa ejemplar; siempre me recordó a las grandes mujeres de la historia del cristianismo que conjugaban en sus vidas una vida apostólica activa con la constante contemplación de Aquel al que servía en sus hermanas y en las niñas. De un corazón extraordinario, con su paso sereno y menuda estatura hablaba sin hablar, de la presencia de Dios en todo momento. Creo sinceramente que no buscaba protagonismo, pero fue protagonista en la vida de su Congregación, transformándose en un faro que siempre dirigía hacia lo trascendente. Su vida marcada por la sencillez y la oración, la puedo resumir en estas palabras: “Todo sólo por Dios y la salvación de las almas”.
Agradezco a Dios el paso de la Madre Rosita Virginia por nuestras vidas y creo que la Familia del Buen Pastor cuenta con una nueva intercesora en la eternidad, lo que me da mucho consuelo y alegría.
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