miércoles, 2 de marzo de 2011

KARADIMA Y LA SABIDURÍA DE LA IGLESIA.


La sentencia emanada por la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Dicasterio de la Curia Romana, prohíbe expresamente al sacerdote Karadima, recibir a integrantes de la Unión Sacerdotal del Sagrado Corazón o a quienes él haya dirigido espiritualmente; así reza el fallo eclesiástico; sin embargo, un sacerdote que cumple estas dos condiciones ha sido autorizado por el arzobispo para visitarlo.

Entiendo esta excepción a causa de la debilidad del inculpado y la caridad del arzobispo de Santiago. Sin embargo es importante reconocer la sabiduría de la medida tomada por Roma, ya que la experiencia espiritual milenaria de la Iglesia ( también psicológica) ha demostrado que por delgado que sea el hilo que ata a una persona a los espacios y personas con quienes y en donde su caminar se hizo incoherente y culpable, la permanencia de la atadura, hará difícil emprender el vuelo que lo haga libre. La prohibición es una medida de sapiencia suma que tiene la calidad de renuncia como remedio salvador. La voz de Dios se hace patente a través del Discaterio de la Curia Romana, es como si se le dijera al sacerdote: Sal de Egipto, emprende el Éxodo a tu nueva tierra. ¿No le dijo acaso Jesús a Nicodemo: es necesario nacer de nuevo? Para emprender una nueva vida es necesario tomar las tijeras y cortar las amarras.

La sabiduría de la Cruz de Cristo nos enseña que en casos de crisis, el acto de la decisión es fundamental para escoger el camino salvador. Lo demás es mantenerse en la ambivalencia. El acompañamiento de un sacerdote de la misma Sociedad, lo mantendrá atado al simbólico Egipto. Quien lo acompaña podrá sugerirle a su acompañado y amigo, a escoger a alguien que lo ayude a encontrar y vivir su vocación original. Hay tantos buenos directores espirituales hombres y mujeres sacerdotes y laicos, laicas. Que el Espíritu de libertad y santidad sople sobre el caos que habita en el hermano Karadima, y lo transforme en una nueva criatura a imagen de Cristo.

1 comentario:

  1. La justicia, y me refiero a la justicia que nos enseña Cristo, pasa y va de la mano de la misericordia. Se lucha contra el pecado, contra la falta y el pecado, al pecador, a aquel que falla se le debe acoger y acompañarle en su camino de penitencia hacia la reconciliación con aquellos a quienes daño. La justicia sin misericordia se trasforma en venganza ciega e inmisericorde. La Misericordia es el sello de todo aquel se sabe cristiano y pecador. Todos necesitamos o apelamos a ella en nuestras vidas, porque entonces negarla a otros. Bendita la Iglesia que es Madre y hace que los hijos víctimas y victimarios se pueda reencontrar.
    Miguel Riquelme L.

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