viernes, 30 de noviembre de 2012

UNA VIDA, UNA PASIÓN: DIOS Y LOS/LAS HERMANOS



HERMANA ROSA VIRGINIA TAGLE MARTÍNEZ
Religiosa del Buen Pastor
8 noviembre 2012 +


Algunos recuerdos. Escribe Hna. Elena Rodríguez
Cuando la Hermana Rosa Virginia llegó a Talca a formar parte de la comunidad de hermanas mayores,  sentí  una gran alegría, ya que, anteriormente por los años 80, ella vivió con nosotras unos meses en la Comunidad de Gamero, ( Chillán), la que recuerdo como una experiencia maravillosa. Compartíamos  la vida de una manera sencilla y alegre. Nos tocó vivir Adviento y Navidad juntas, tiempos litúrgicos, que, con ella, tuvieron un sabor especial, de gozo, en la oración y reflexión compartida, junto a los desafíos de cada día en la comunidad y en la misión.

En el sur nos gusta mucho por estas fiestas preparar en casa, la Cola de Mono, que nos queda bastante rica. A ella le encantaba, así es que nosotras, lo disfrutábamos. Celebramos mucho la vida, en esa época. Cantábamos, jugábamos, vivimos momentos muy  entretenidos, buenas conversas. Creo que la Rosita lo pasó bien en esos meses porque nos lo dijo. Y nosotras también con ella.

Los primeros años que vivió en María del Camino, se comunicaba perfectamente bien, siempre con su voz suave y bajita.
En ese tiempo, íbamos  más seguido que ahora, parece que contábamos con un poco más de tiempo.

A cada una nos saludaba con atención. Me decía: todos los días rezo por Ud. y su misión. Eso era muy reconfortante. Me invitaba a sentarme cerca de ella y la conversa se daba como por encanto, Dios estaba en el centro, casi sin darnos cuenta, así como las necesidades de la gente, los problemas del momento….la vida.  Al despedirnos me decía: No se pierda. Unión de oraciones.
A ella le interesaba todo lo que nosotras vivíamos en la población. Nos preguntaba qué  estábamos haciendo…lo que estaba ocurriendo en el momento…en la parroquia…teníamos la oportunidad de compartir en la mesa, con las hermanas, el quehacer y el cómo vivíamos las diferentes situaciones del día a día…a ella le encantaba.

Para mí la Rosita fue una hermana muy motivadora de nuestra vida consagrada, con auténtico celo apostólico, que podía encender otro corazón.

Testimonio. Escribe Miguel Ángel Riquelme.

Madre Rosita Virginia, dejó en mi vida desde niño la imagen de una religiosa ejemplar; siempre me recordó a las grandes mujeres de la historia del cristianismo que conjugaban en sus vidas una vida apostólica activa con la constante contemplación de Aquel al que servía en sus hermanas y en las niñas. De un corazón extraordinario,  con su paso sereno y menuda estatura hablaba sin hablar, de la presencia de Dios en todo momento. Creo sinceramente que no buscaba protagonismo, pero fue protagonista en la vida de su Congregación, transformándose en un faro que siempre dirigía hacia lo trascendente. Su vida marcada por  la sencillez y la oración, la  puedo resumir en estas palabras: “Todo sólo por Dios y la salvación de las almas”.

Agradezco a Dios el paso de la Madre Rosita Virginia  por nuestras vidas y creo  que la Familia del Buen Pastor cuenta con una nueva intercesora en la eternidad, lo que me da mucho consuelo y alegría.

jueves, 29 de noviembre de 2012

UNA VIDA, UNA PASIÓN: DIOS Y LOS/LAS HERMANOS



CONOZCAMOSLA! 

¡Rosa Virginia, entra en el gozo de tu Señor!
MARÍA DE LA LUZ TAGLE MARTÍNEZ,
EN RELIGIÓN HNA. ROSA VIRGINIA TAGLE.
19 de febrero de 1924 – 8 de noviembre de 2012


Rosa Virginia, se consagró al Señor el 21 de diciembre de 1946 en la Casa Provincial del Buen Pastor de Santiago, donde pronunció sus primeros Votos.

Llevó en religión el nombre de bautismo de la fundadora: ROSA VIRGINIA y así la conocimos y recordamos todas, como Mujer llena del Espíritu de Dios, que amó a Dios con todo su corazón, con toda su alma, con todas sus fuerzas, en las buenas y en las malas.

Amó a los y las demás como a sí misma. Rebosaba misericordia y compasión hacia los pobres y los socorría en la medida de sus fuerzas. Quien fuera que pidiera ayuda, allí estaba ella para socorrerla. No le importaba que la hicieran lesa; su limosna llegaba a Cristo.  En todos estos gestos se manifestaba su ternura.

Cuando tenía que salir, ¿dónde vitrineaba? No en la grandes tiendas, sino en la calle y compraba cosas a los vendedores y vendedoras ambulantes sin importarle que el objeto le sirvieran personalmente. Lo hacía para ayudar.
Hizo honor a su nombre de pila, ser LUZ en los ambientes donde le tocó anunciar el reino de Dios: en la Acción católica donde fue activa militante,  en el Colegio Rosa de Santiago Concha donde fue alumna, en la congregación, a sus hermanas de religión,  a jóvenes en dificultades  y mujeres encarceladas, en la parroquia de Las Cruces, donde inició una comunidad de inserción en la provincia de Santiago.

Se distinguió por su celo apostólico, por su coherencia en el decir y el actuar, y  por su autoridad moral y espiritual, que tuvieron gran influencia en las hermanas de su tiempo. Fue mujer de oración y de fe ilustrada, lectora asidua. Tenía el don de la palabra y de la escritura.

Amó profundamente a la Congregación del Buen Pastor  y se impregnó del espíritu de San Juan Eudes y Sta. María Eufrasia. El dominio del francés le permitió acercarse,  en los textos originales, a las experiencias fundantes espirituales y apostólicas de nuestros santos y fundadoras de Chile.

Como maestra de novicias inculcó el amor a la Palabra de Dios en las postulantes y novicias. Los evangelios  los sabía casi de memoria y para enseñarlo ideó un juego de preguntas y respuestas bíblicas  que ella misma fabricaba, que en forma de juegos muy amenos fueron impregnando a las jóvenes con las enseñanzas de Jesús. Igualmente con las cartas de San Pablo.

Rosa Virginia,
  Tu vejez y enfermedad fue el reflejo de toda tu vida: paz, oración, sufrimiento sereno,  entrega en los brazos del Amado,
 Tu partida la sentimos como una coronación de gloria, como el culmen de la vida que llevaste en Cristo. Estarás gozando con los santos y santas, con las de tu familia religiosa,  con tus padres Luis y Teresa, con tus hermanos Luis y Hugo y con tus hermanas de congregación que te precedieron.

Gracias por TU pertenencia a nuestra familia del Buen Pastor; tu ejemplo fue y es luz para nuestro caminar.
                
                       Continúa iluminándonos desde CRISTO .

martes, 20 de noviembre de 2012

VI El Año de la Fe 2012-2013


La Puerta de la Fe (Porta Fidei)
Carta apostólica del Sumo Pontífice Benedicto XVI.

Durante este tiempo, tendremos la mirada fija en Jesucristo, «que inició y completa nuestra fe» (Hb 12, 2).

Para acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe, todos pueden encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica un subsidio precioso e indispensable. Es uno de los frutos más importantes del Concilio Vaticano II. «Este Catecismo es una contribución importantísima a la obra de renovación de la vida eclesial... Lo declaro como regla segura para la enseñanza de la fe y como instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial» (Juan Pablo II)
Precisamente en este horizonte, el Año de la fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados sistemática y orgánicamente en el Catecismo de la Iglesia Católica. En efecto, en él se pone de manifiesto la riqueza de la enseñanza que la Iglesia ha recibido, custodiado y ofrecido en sus dos mil años de historia. Desde la Sagrada Escritura a los Padres de la Iglesia, de los Maestros de teología a los Santos de todos los siglos, el Catecismo ofrece una memoria permanente de los diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en la doctrina, para dar certeza a los creyentes en su vida de fe.

El Catecismo de la Iglesia Católica podrá ser en este Año un verdadero instrumento de apoyo a la fe, especialmente para quienes se preocupan por la formación de los cristianos, tan importante en nuestro contexto cultural.
En efecto, la fe está sometida más que en el pasado a una serie de interrogantes que provienen de un cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito de las certezas racionales al de los logros científicos y tecnológicos. Pero la Iglesia nunca ha tenido miedo de mostrar cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto alguno, porque ambas, aunque por caminos distintos, tienden a la verdad.

A lo largo de este Año, será decisivo volver a recorrer la historia de nuestra fe, que contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado. Mientras lo primero pone de relieve la gran contribución que los hombres y las mujeres han ofrecido para el crecimiento y desarrollo de las comunidades a través del testimonio de su vida, lo segundo debe suscitar en cada uno un sincero y constante acto de conversión, con el fin de experimentar la misericordia del Padre que sale al encuentro de todos.

Por la fe, los Apóstoles dejaron todo para seguir al Maestro (cf. Mt 10, 28). Por la fe, fueron por el mundo entero, siguiendo el mandato de llevar el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16, 15) y, sin temor alguno, anunciaron a todos la alegría de la resurrección, de la que fueron testigos fieles.
Por la fe, los discípulos formaron la primera comunidad reunida en torno a la enseñanza de los Apóstoles, la oración y la celebración de la Eucaristía, poniendo en común todos sus bienes para atender las necesidades de los hermanos (cf. Hch 2, 42-47).

Por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio.
Por la fe, hombres y mujeres han consagrado su vida a Cristo, dejando todo para vivir en la sencillez evangélica la obediencia, la pobreza y la castidad, signos concretos de la espera del Señor que no tarda en llegar. Por la fe, muchos cristianos han promovido acciones en favor de la justicia, para hacer concreta la palabra del Señor, que ha venido a proclamar la liberación de los oprimidos y un año de gracia para todos (cf. Lc 4, 18-19).

Por la fe, hombres y mujeres de toda edad, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida (cf. Ap 7, 9; 13, 8), han confesado a lo largo de los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se les llamaba a dar testimonio de su ser cristianos: en la familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que se les confiaban.

También nosotros vivimos por la fe: para el reconocimiento vivo del Señor Jesús, presente en nuestras vidas y en la historia.


Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cf. Lc 2, 19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo ( Hch 1, 14; 2, 1-4).


  Constata en tu experiencia de vida, como la fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite al otro seguir su camino.

domingo, 11 de noviembre de 2012

V. El Año de la Fe 2012-2013



La Puerta de la Fe (Porta Fidei)
Carta apostólica del Sumo Pontífice Benedicto XVI.

El primer acto con que se llega a la fe,
es un don de Dios.

En Romanos 10, 10 se lee: “Con el corazón se cree y con los labios se profesa”. Profesar con la boca indica que la fe implica un testimonio y un compromiso público. El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este «estar con él» nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree.
La Iglesia en el día de Pentecostés muestra con toda evidencia esta dimensión pública del creer y del anunciar a todos sin temor la propia fe. Es el don del Espíritu Santo el que capacita para la misión y fortalece nuestro testimonio, haciéndolo franco y valeroso.
La misma profesión de fe es un acto personal y al mismo tiempo comunitario. En efecto, el primer sujeto de la fe es la Iglesia. En la fe de la comunidad cristiana cada uno recibe el bautismo, signo eficaz de la entrada en el pueblo de los creyentes para alcanzar la salvación. Como afirma el Catecismo de la Iglesia Católica: «“Creo”, es la fe de la Iglesia profesada personalmente por cada creyente, principalmente en su bautismo. “Creemos”, es la fe de la Iglesia confesada por los obispos reunidos en Concilio o, más generalmente, por la asamblea litúrgica de los creyentes. “Creo”, es también la Iglesia, nuestra Madre, que responde a Dios por su fe y que nos enseña a decir: “creo”, “creemos”».
Como se puede ver, el conocimiento de los contenidos de la fe es esencial para dar el propio asentimiento, es decir, para adherirse plenamente con la inteligencia y la voluntad a lo que propone la Iglesia. El conocimiento de la fe introduce en la totalidad del misterio salvífico revelado por Dios. El asentimiento que se presta implica por tanto que, cuando se cree, se acepta libremente todo el misterio de la fe, ya que quien garantiza su verdad es Dios mismo que se revela y da a conocer su misterio de amor.
Por otra parte, no podemos olvidar que muchas personas en nuestro contexto cultural, aun no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo. Esta búsqueda es un auténtico «preámbulo» de la fe, porque lleva a las personas por el camino que conduce al misterio de Dios. La misma razón del hombre, en efecto, lleva…, a ponerse en camino para encontrar a Aquel que no buscaríamos si no hubiera ya venido.
                                 
  


 La fe nos invita y nos abre totalmente a este encuentro.





*   El Espíritu Santo fortalece mi fe y me da valor para proclamarla.

jueves, 8 de noviembre de 2012

I V. El Año de la Fe 2012-2013



La Puerta de la Fe 

No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y que la luz permanezca oculta. (Mt 5,13-16)


Durante este tiempo, tendremos la mirada fija en Jesucristo, «que inició y completa nuestra fe» (Hb 12, 2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para transformarla con el poder de su resurrección. En Él, muerto y resucitado por nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos de fe que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de salvación.
Deseamos que este año suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza. Será también una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía, cumbre  a la que tiende la acción de la Iglesia y también fuente de donde mana toda su fuerza.

Queremos celebrar este año de manera digna y fecunda. Habrá que  intensificar la reflexión sobre la fe para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio como el que la humanidad está viviendo.

  
La obra de Dios es ésta: que creáis en el que Él ha enviado (Jn 6,29).


Con el corazón se cree y con los labios se profesa. (Rom 10,10)


  


*  Sé valiente para profesar tu fe, sin miedo al qué dirán.      
Presenta tu fe con amor.

sábado, 3 de noviembre de 2012

III. El Año de la Fe 2012-2013




La Puerta de la Fe (Porta Fidei)
Carta apostólica del Sumo Pontífice Benedicto XVI

“La fe sólo crece y se fortalece creyendo.”

«La Caridad de Cristo nos urge» (2 Co 5, 14): es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar. Hoy como ayer, él nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra (cf. Mt 28, 19).

 La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del Señor a aceptar su Palabra para ser sus discípulos. Como afirma san Agustín, los creyentes «se fortalecen creyendo».

 El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este «estar con él» nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree.

No podemos olvidar que muchas personas en nuestro contexto cultural, aun no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo. Esta búsqueda es un auténtico «preámbulo» de la fe, porque lleva a las personas por el camino que conduce al misterio de Dios.


La misma razón del hombre, en efecto, lleva inscrita la exigencia de «lo que vale y permanece siempre.




“Esperamos que el testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble”





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