Yo he venido a servir y no a ser servido nos dice Jesús, y nos invita a imitarlo. 

Reconozco que es difícil tomar el rol de siervo en un mundo de poder. Para servir  hay que dar un primer paso que es vaciarse de sí, o más bien ir desinteresándose de la prepotencia de mi yo, de lo que yo pienso sobre el otro u otra, para acogerlo en lo que es y en sus necesidades. Más que dar, es darse en la escucha, en hacer compañía al que está solo, en mirar con ternura y demostrar afecto a quien tiene baja autoestima.  No se confunda servir con activismo, aunque en realidad se necesite una entrega diaria y total. Servir es una actitud, es presencia de calidad y don de sí. No siempre significa hacer cosas.

Jesús se hizo servidor de todos, servidor sufriente en la Cruz porque se conmovió en sus entrañas al mirar nuestros rostros necesitados de liberación.
El servir nos habla de morir para producir     frutos de misericordia.