martes, 30 de octubre de 2012

II. El Año de la Fe 2012-2013



La Puerta de la Fe (Porta Fidei)
Carta apostólica del Sumo Pontífice Benedicto XVI con la que se convoca el Año de la fe.

“LA PUERTA DE LA FE” (Hech 14,27) está siempre abierta para nosotros.

El Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31). Para el apóstol Pablo, este Amor lleva al hombre a una nueva vida.
Gracias a la Fe  esta vida nueva plasma toda la existencia humana en la novedad radical de la resurrección.

En la medida de su disponibilidad libre, los pensamientos y los afectos, la mentalidad y el comportamiento de la persona se purifican y transforman lentamente, en un proceso que no termina de cumplirse totalmente en esta vida.

Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada, y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre todo en este Año.

Los cristianos en los primeros siglos aprendían de memoria el Credo. Este les servía como oración cotidiana  para no olvidar el compromiso asumido con el bautismo. San Agustín lo recuerda en la entrega del Credo, dice:  El símbolo del sacrosanto misterio que recibisteis todos a la vez y que hoy habéis recitado uno a uno, no es otra cosa que las palabras en las que  se apoya sólidamente la fe de la Iglesia, nuestra madre, sobre la base inconmovible que es el Señor… Recibisteis y recitasteis algo que debéis retener siempre en vuestra mente y corazón…

La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino.
El apóstol Santiago dice: « ¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos de alimento diario y alguno de vosotros les dice: “Id en paz, abrigaos y saciaos”, pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no se tienen obras, está muerta por dentro. Pero alguno dirá: “Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe”» (St 2, 14-18).
En efecto, muchos cristianos dedican sus vidas con amor a quien está solo, marginado o excluido, como el primero a quien hay que atender y el más importante que socorrer, porque precisamente en él se refleja el rostro mismo de Cristo. Gracias a la fe podemos reconocer en quienes piden nuestro amor el rostro del Señor resucitado. «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40)


 La renovación de la Iglesia pasa  por el testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó.



           Tu testimonio de amor despertará la fe de otros.