domingo, 18 de diciembre de 2011

El Hijo de Dios vino, no se ha ido ni se irá.


Entremos en relación personal con el Hijo de Dios hecho hombre.
Este es tiempo de recordar la solemne creación del ser humano, dotado de la capacidad de entrar en relación personal con Dios y con otros seres humanos.


En el libro del Génesis 1, 26 leemos: “< Dios dijo>: Hagamos al hombre a nuestra imagen”, y en el libro de la Sabiduría 2,23: “En verdad Dios creó al hombre para que no muriera, lo hizo a imagen de su propio ser.” Así pues el ser humano está destinado a la vida y vida eterna.
Nos preguntamos, ¿A qué semejanza hemos sido hechos? Sin duda a la de Jesucristo. Dice San Pablo en su Carta a los Colosenses 1, 15-17: “Cristo es la imagen visible de Dios que es invisible, es su Hijo Primogénito, anterior a todo lo creado. En Él Dios creó todo lo que hay en el cielo y en la tierra, tanto lo visible como lo invisible…todo fue creado por medio de Él y para Él. Cristo existe antes que todas las cosas y por Él se mantiene todo en orden”.
El Hijo, Palabra eterna del Padre, toma carne, se hace uno de nosotros para salvarnos, es decir para restituir nuestra verdadera imagen dañada y oscurecida por el mal.
¡Qué misterio insondable el de la Encarnación!
Dios se hace hombre en el seno de María, vive y desarrolla todo lo propio del ser humano menos el pecado. Así lo contemplamos en su Nacimiento, en el estado de Niño recién dado a luz.






Este Niño que recordamos inició su proceso humano como todos nosotros, creció, y nos enseñó el camino que lleva a la vida, nos mostró su reino de amor; murió y resucitó para aniquilar el pecado y hacernos a todos hijos adoptivos de Dios.
La imagen del Niño Jesús en esta Navidad, ha de llevarnos a adorar a Cristo que ya no es niño y agradecerle haber venido a morar entre nosotros para mostrarnos la luz verdadera. También recordar nuestra filial dependencia de quien nos creó, cultivar actitudes de humildad y aceptación de lo que Dios quiere para cada uno de nosotros. Procurar que los niños y los más desvalidos en nuestro mundo, sean el objeto privilegiado de nuestra acción solidaria y oración.

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