viernes, 4 de octubre de 2013

UN CAMBIO DE HORIZONTE


Convertirse .

«El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; conviértanse y crean en el Evangelio» (Marcos 1,15)

Toda la vida y el mensaje de Jesús, es  un llamado a LA CONVERSIÓN,

Cuando escuchamos hablar de «conversión» casi espontáneamente imaginamos que se trata de corregir nuestros errores, portarnos bien, mejorar nuestra conducta, es decir, pensamos en revisar y corregir nuestras conductas morales. Esto está bien, pero no es todo. El llamado bíblico a la conversión es mucho más profundo. Es una desafiante invitación a entrar en la novedad de la acción de Dios: «El Reino de Dios está cerca». 
Cada día el Espíritu de Dios está actuando, y lo hace de un modo tan propio que supera absolutamente nuestros esquemas de pensamiento y nuestras estructuras apostólicas. Y eso es lo más maravilloso que puede sucedernos, que la obra de Dios nos deslumbre por su grandeza, que nos desafíe a ensanchar el corazón, que nos llame a la admiración  por su obra. El auténtico llamado a la conversión no surge de la conciencia de nuestro pecado, de nuestras incongruencias, de nuestras fragilidades. Nuestros pecados, personales e institucionales, que no son pocos, nos humillan y nos hacen sufrir. Pero si nos centramos en ellos nos hacen entrar en una dinámica autorreferente, de auto-perfeccionamiento que terminará alejándonos de Dios. 
El llamado a la conversión no surge simplemente de revisar y reajustar nuestros proyectos pastorales, nuestras orientaciones pastorales. El Señor nos lleva la delantera, y por mucho. Es la percepción de la novedosa acción de Dios la que nos desafía a la conversión, no la reflexión autorreferente sobre nuestros problemas o nuestros proyectos. Son los «signos de los tiempos» que logramos reconocer, personal y eclesialmente, los que nos desafían a la conversión.
Convertirse es volver a concentrar la mirada en Dios, permitirle a nuestro corazón volver a latir al ritmo de su Corazón. Es someter todas nuestras estructuras y planificaciones a la pregunta por su utilidad para la proclamación del reinado de Dios.

La conversión a la que nos invita Jesús es el cambio necesario para poder creer en el «Evangelio del reinado de Dios»: en la buena noticia del don inmerecido y sobreabundante de Dios, en el ofrecimiento de un perdón que nos sana y renueva para ponernos nuevamente al servicio de los hermanos. 
La conversión nos libera de la «lógica mundana» para hacernos entrar en las actitudes profundas del corazón de Dios.

 Adaptación de "Caminos de Conversión" de E. Pérez-Cotapos.


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