miércoles, 20 de noviembre de 2013

UNA MUJER ERXTRAORDINARIA

 LA SABIDURÍA SE HIZO MUJER

Santa Hildegarda de Bingen
1098-1179

Venerada en la
 Iglesia católica y la Comunión anglicana
Festividad el 17 de septiembre


Santa y fundadora,  proclamada Doctora de la Iglesia el 7 de octubre 2012 por el papa Benedicto XVI,  es una de las figuras más ilustres del monacato femenino y quizá la que mejor ejemplificó el ideal benedictino. Dotada de una cultura fuera de lo común, comprometida también en la reforma de la Iglesia, es una de las escritoras de mayor producción de su tiempo. «…Atravesando el muro de los tiempos han quedado sus palabras, incluso su sonido, y las imágenes de sus visiones”. (Victoria Cirlot)
Hildegarda desde pequeña  experimentaba visiones y en su autobiografía dejó constancia que desde los tres años tuvo la visión de «una luz tal que mi alma tembló». 
Hildegarda era la última de 10 hermanos, y sus padres la ofrecieron a Dios como diezmo, según costumbre de la época y a los 8 años la entregaron a la monja Jutta, para su instrucción monástica, en unas celdas adyacentes al monasterio masculino de Disibodenberg. Allí ambas iniciaron su noviciado, e Hildegarda profesó a los 15 años.
En cuanto a las visiones, vivía estos episodios conscientemente sin perder los sentidos ni sufrir éxtasis. Ella los describió como una gran luz en la que se presentaban imágenes, formas y colores; además iban acompañados de una voz que le explicaba lo que veía y, en algunos casos, de música.

A la edad de cuarenta y dos años, le sobrevino una visión más fuerte, durante la cual recibió la orden sobrenatural de escribir las visiones que en adelante tuviese. 



 A partir de entonces, Hildegarda escribió sus experiencias, que dieron como resultado el primer libro teológico, llamado Scivias (Conoce los caminos), que concluyó en 1151.


 Para tal fin, tomó como secretario y amanuense a uno de los monjes del monasterio de Disibodenberg llamado Volmar y, como colaboradora, a una de sus monjas, llamada Ricardis de Stade.


Tuvo reticencias para hacer públicas sus revelaciones y los textos resultantes de ellos, por lo que dirigió una sentida carta a Bernardo de Claraval, pidiéndole consejo sobre la naturaleza de sus visiones y la pertinencia de hacerlas de conocimiento general.


(…continuará)

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