martes, 16 de febrero de 2016

DIOS NUNCA SE CANSA DE PERDONAR


¿Y YO, ME CANSO DE PERDONAR?


¡Por Dios, cuánto cuesta perdonar! 

Las ofensas hieren a tajo abierto, se apoderan de nuestras emociones y sentimientos; toda nuestra vida afectiva se involucra  en la ofensa,  y somos afectados en el pensamiento, en el cuerpo, en las decisiones.
        Jesús perdonó definitivamente a toda la humanidad, desde la cruz con esta oración: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen" y también nos enseñó: "Padre nuestro...perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden".
El perdón va de la mano con la verdad y la justicia, y nos lleva más allá, a una decisión: a acoger en nuestro corazón a quien nos dañó, orar por esa persona insistentemente para que mi corazón sea liberado del rencor o del odio.
Una ofensa recibida, nos pone en situación de crisis, de enfermedad espiritual que puede derivar hacia dos vertientes, la venganza o el amor. Optar por esta última es dejarse conducir por el Espíritu y renacer movida por su Soplo.

El perdón se vive en un acto de decisión, movida por la gracias de Dios.

Para meditar: "Perdónanos como nosotros perdonamos". Agrandemos nuestra medida.

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