lunes, 12 de julio de 2010


En Lucas 6: 27 – 29 Jesús dice:

" Dejen que los niños vengan a mí y no se los impidan, por que el reino de Dios es de quienes son como ellos.”

La simplicidad y la inocencia de los niños nos devuelven la imagen de Dios muchas veces olvidada o distorsionada por nosotros los seres humanos. Dios es, infinitamente simple en su complejidad, se hace niño, asume humildemente la humanidad de un infante. Es Él quien se abaja para elevar al hombre.

Por eso bendito los niños y los humildes y los sencillos porque ellos nos permiten en sus rostros contemplar el rostro del Padre.

Pero cuidado, Jesús nos enseña a "ser astutos como las serpientes y sencillos como las palomas". Mt 10,16. Como dice San Pablo, hemos de ser simples como los niños, pero adultos en nuestro juicio.

Eso me recuerda el siguiente cuento:

Una vez se acercó Dios a visitar a un monje que vivía oculto en la montaña y le planteó lo siguiente:

A ver, ¿qué es lo que quieres que haga por ti? Estoy dispuesto a hacer todo lo que tú digas.

Y dice la leyenda que el monje le dijo:

Pues, mira... que por donde yo vaya... los enfermos queden curados, los que no tengan pan, que tengan que comer, los que no tienen trabajo pues que también encuentren trabajo y que incluso alguno resucite por donde yo paso. Pero que todo esto ocurra, después de que pase yo. Sin que nadie se dé cuenta de que es a causa de mí.

El monje pedía para sí la humildad y para los necesitados ayuda a sus problemas....

Si hallas la sencillez y la humildad, una multitud se salvará en torno de ti, sin que te des cuenta, sin que nadie se dé cuenta.


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