sábado, 15 de septiembre de 2012

LA BIBLIA


¡Tu Palabra, Señor, está viva! (Jn 1,4).
¡Eres verdaderamente el Dios de la vida! (Sal 42,3).

                        La Palabra de Dios echa escritura es la Biblia.
          La Palabra de Dios hecha carne es Cristo mismo, el Verbo de Dios.

En septiembre se celebra el mes de la Biblia, seguramente porque en este mes en el siglo XV, se editó en imprenta la versión de la Biblia en Latín, denominada La Vulgata. Un siglo después en Basilea se editó la Biblia del Oso en español. (En su portada aparecía un oso, de ahí su denominación). Los cristiano confesamos el Credo de los Concilios de Nicea (+ 325) y Constantinopla (+ 381): “Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas”.      Así pues tenemos fe en que el Espíritu habló en la Sagrada Escritura o Biblia por boca de los profetas es decir de los que hablaron en nombre de Dios.

Para acercarnos a la Biblia hemos de abrirnos con gran fe a lo que Dios quiere decirnos en el texto. Leer la Biblia es dialogar con Dios: escuchar a su Espíritu, gustar su Palabra y saborearla con amor en un coloquio entre dos: Tú y yo.
En la 2a Carta de San Pablo a Timoteo (3,15-17) leemos:

 “Toda Escritura es inspirada y útil para enseñar, argumentar, encaminar e instruir en la justicia. Con lo cual el hombre de Dios estará formado y capacitado para toda clase de obras buenas”.

Leer la Biblia no es fácil, es necesario estudiarla, formarse para leerla y orarla, seguir cursos, por ej. en internet, en las parroquias… 
Recomendamos tener una Biblia actualizada con la última edición o de las más modernas. Puede ser la Biblia de Jerusalén; La Biblia de Estudio Dios Habla Hoy; La Biblia de Nuestro Pueblo; Biblia de América… También es bueno contar con un Atlas Bíblico a mano, a fin de consultar geográficamente los hechos.

    ¿Cómo leer  adecuadamente la Biblia? Con paciencia y disciplina, conocer el texto, el índice, abreviaturas, fe de erratas, introducciones, notas de editor, notas al margen, explicaciones especiales, etc. Esto es una gran ayuda para conocer lo que se leerá. Proponerse leer por ej. todo el Evangelio de San Marcos. Fijarse un horario diario, semanal… de oración bíblica de media hora, hacerlo en un lugar silencioso y prepararse pidiéndole ayuda al Espíritu Santo.

   
 Aplicación 
Leo la introducción al texto (Evangelio de Marcos) y me preparo para La Lectio Divina

Paso: 1° Leo y releo lo que dice el texto: Por ej. Marcos capítulo 1, versículos del 1-13. Aprendo lo que dice el texto. Leo las explicaciones de pie de página. Subrayo lo que más me llega del texto, y me centro en los verbos de acción de las frases, los subrayo y veo que dicen.

2° ¿Qué me dice el texto leído, a mí, hoy? Quizá me dice varias cosas; priorizo una y me quedo con lo que me llega más fuerte. Lo escribo.

3° Qué le digo yo al texto. Es decir qué le digo a Dios en este texto de diálogo amoroso y profunda escucha mutua.  Puedo preguntarle, agradecerle, pedirle, vivir el perdón,…

 4° ¿A qué acciones me invita el Señor?
La contemplación del texto me conduce a un compromiso, a un cambio de vida en algún aspecto, por mínimo que sea; algo concreto y fácil de practicar. Lo anoto con el fin de no olvidarlo y cumplirlo.
 

 


     En este proceso es el Espíritu, presente en la       Palabra, el que obra nuestra transformación.
     Si en un momento dado no se logra esclarecer 
el significado de algo de lo leído, seguir adelante libremente y no estancarse.

       
   «Desconocer la Escritura es desconocer a Cristo»
San Jerónimo.







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