viernes, 8 de abril de 2016

La PACIENCIA DE DIOS






                                                                          





 PACIENCIA MISERICORDIOSA                           





“La paciencia de Dios debe encontrar en nosotros la valentía de volver a Él,  sea cual sea el  error, sea cual sea el pecado 
que haya en  nuestra vida.  Jesús invita a Tomás a meter su mano en las llagas de sus manos y de sus  pies y en la herida 
de su costado. También nosotros podemos entrar en las llagas de Jesús, podemos tocarlo realmente; y esto ocurre 
cada vez que recibimos los sacramentos.

 San Bernardo, en una bella homilía, dice: «A través de estas hendiduras, puedo libar miel silvestre y aceite de rocas de 
pedernal (cf. Dt 32,13), es decir, puedo gustar y ver qué bueno es el Señor» (Sermón 61, 4  sobre el Cantar).
Es precisamente en las heridas de Jesús que nosotros estamos seguros, ahí se manifiesta el amor inmenso de su corazón. 
Tomás lo había entendido.
El apóstol Tomás experimenta precisamente esta misericordia de Dios, que tiene un rostro  concreto, el de Jesús  resucitado.                                                                      
Tomás no se fía de lo que dicen los otros Apóstoles: «Hemos visto el Señor»; no le basta la promesa de Jesús, que había 
anunciado: al tercer día resucitaré. Quiere ver, quiere  meter  su mano en la señal de los clavos y del costado.
¿Cuál es la reacción de Jesús? La paciencia: Jesús no abandona al terco Tomás  en su  incredulidad; le da una semana de 
tiempo, no le cierra la puerta, espera.
Y Tomás reconoce su propia pobreza, la poca fe: «Señor mío y Dios mío»: con esta invocación simple, pero llena de fe,
 responde a la paciencia de Jesús. Se deja envolver por la misericordia divina, la ve ante sí,  en las heridas de las
manos y de los pies, en el costado  abierto, y recobra la confianza: es un hombre  nuevo, ya no es incrédulo sino creyente.”
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Papa Francisco, homilía domingo de la misericordia año 2016 en san Juan de Letrán.





















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