jueves, 16 de agosto de 2018

ASUNCIÓN: PLENITUD DE MARÍA

Hablar de la Asunción de María al Cielo es entender que la salvación de María fue absoluta, es decir que alcanzó su plenitud. Esa plenitud sólo puede consistir en una unificación e identificación absoluta con Dios.
Como en el caso de la ascensión de Jesús, se trata de un cambio de estado. María ha terminado el ciclo de su proceso de maduración terreno y ha llegado a lo más alto que puede llegar un ser humano. Pero no a base de añadidos externos, como puede ser sentarla en un trono, coronarla, declararla reina; sino por proceso interno de identificación con Dios. En esa identificación con Dios no cabe más. Ha llegado al límite de las posibilidades.
Esa meta es la que nos espera a todos, si somos capaces de tener la misma actitud vital que tuvo ella. Si somos capaces de decir como ella: "Fiat".
Tengamos en cuenta que en el lenguaje bíblico "los cielos" significan el ámbito de lo divino, podemos decir con toda propiedad, que María está ya en ese ámbito.
En el Evangelio, una mujer hace a Jesús la alabanza de su madre, desde la perspectiva de su tiempo. En una cultura donde la mujer no contaba, el mayor elogio que se podía hacer de ella era que era la madre de fulano.  Jesús responde:"¡Dichosos los que escuchan el mensaje de Dios y lo cumplen!"
La importancia del relato está en que Jesús rompe esa dinámica y restituye a la mujer el derecho a ser valorada como persona. También la mujer tiene capacidad de seguirlo y dar respuesta a la propuesta de Jesús.
Jesús hace ver que el valor de María está, no en la función por razón del sexo, sino en su condición de ser humano con las mismas posibilidades de llegar a una plenitud que el varón. Aceptar la alabanza de la mujer, hubiera sido aceptar una desigualdad radical con relación a los varones y por tanto perpetuarla. 
María en su nueva condición, nos sigue llevando a Cristo, esa es su misión y lo fue desde que libremente dijo SÍ y aceptó el misterio de la Encarnación.
"María fue llevada en cuerpo y alma al cielo". No se habla de un cadáver reanimado que se pasea por los espacios siderales, sino  de la persona de María que vive en una condición nueva, gloriosa a la manera de su hijo. 

¡Misterio de Dios!

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