II. Contemplación
Vino a los suyos y los suyos no recibieron al Hijo.
Los suyos eran su pueblo, el que Dios amó, escogió, liberó y guió hacia la tierra prometida. El pueblo al que Dios habló por los profetas pero como era un pueblo de dura cerviz no supo escuchar. Este pueblo persistió en su ceguera (al menos sus dirigentes) y rechazó a Jesús. Pero a todos los que lo recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios; a los que creen en su Nombre los cuales no nacieron de sangre y carne ni de deseo de hombre sino que nacieron de Dios. No todos le rechazaron, Jesús encontró muchas respuestas positivas de acogida en su tierra. A lo largo de la Historia mucha gente ha acogido la Palabra de Dios aun sin conocerla. Sin conocer a Jesús porque pertenecen a otras culturas y religiones, gente de buena voluntad que se porta humanamente, que hace el bien generosamente, que crecen como personas, que colaboran al bien común, que vive honradamente los valores del Evangelio sin conocerlo. A todos éstos Dios los tiene por hijos e hijas. Las que hemos tenido la suerte de conocer a Jesús y procuramos seguirle, aún con tropiezos, tenemos la gracia del bautismo para ser de verdad hijas de Dios y obrar como tales. Todos hemos nacido de Dios.
Has silencio en tu corazón…
Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Unigénito,
lleno de gracia y de verdad. (Jn 1,14)
Es el momento más solemne de la Historia. La hora de la máxima revelación de Dios, el acontecimiento cumbre que divide en dos el tiempo. En adelante la Humanidad no contará el tiempo desde las Olimpíadas griegas o desde la fundación de Roma sino desde la Encarnación del Hijo de Dios. Habrá un “antes de Cristo” y un “después de Cristo”. La Palabra se hizo carne. Hasta ahora Dios se revelaba de una manera difusa; ahora se manifiesta claramente en un hombre llamado Jesús. La Palabra que estaba en Dios ahora está también entre nosotros. Dios se hizo historia nuestra, no fuera de ella y asume nuestra realidad para llenarla de sentido. Se hizo débil y necesitado como nosotros. Se hizo uno de tantos, sin privilegios. Nació llorando como nuestros niños...Tuvo hambre y sed, sentimientos y emociones como nosotros porque fue un verdadero ser humano.
Nosotros hemos visto su gloria.
La comunidad de Juan ha visto a Jesús, ha conocido al Resucitado, ha experimentado su vida nueva. Ha contemplado la Gloria de Dios que resplandece en Jesús, en sus palabras y en sus obras; en toda su vida. Y se proclama testigo de esta gloria. Porque la Gloria de Jesús es ser eso: Hijo único de Dios, Revelación del Padre, su Presencia viva, su Imagen. Lleno de gracia y de verdad. Todo Jesús es gracia, don gratuito para nosotros. Todo El es Verdad, transparente, diáfano, auténtico.
Alabo, y doy gracias con palabras del texto. Escribo_____________
Ante el hecho de la Encarnación sólo me queda el silencio, el asombro, la adoración y un gozo indescriptible. ¡Alabanza y gratitud a Ti Dios Uno en Tres!
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