Los poetas han volcado toda la hermosura y riqueza de nuestra lengua castellana y la profunda herencia cristiana en sus obras literarias siendo la persona de Jesucristo, Buen Pastor, su inspiración. A veces subrayan la idea de la oveja cargada sobre sus hombros, otras la de los silbos amorosos con que nos llama, el cuidado del pastor sobre sus ovejas, la protección y la alimentación; sin que falte la paradoja de que Jesús es al mismo tiempo el Pastor y el pasto (el alimento que se nos ofrece).
A ti me vuelvo, gran Señor, que alzaste,
a costa de tu sangre y de tu vida,
la mísera de Adán primer caída
y adonde él nos perdió, Tú nos cobraste.
A ti, Pastor bendito, que buscaste
de las cien ovejuelas, la perdida
y, hallándola del lobo perseguida,
sobre tus hombros santos te la echaste.
A ti me vuelvo, en mi aflicción amarga
y a ti toca, Señor, el darme ayuda;
que soy cordera de tu aprisco ausente
y temo que a carrera corta o larga,
cuando a mi daño tu favor no acuda
me ha de alcanzar esta infernal serpiente.
(Luis de Góngora y Argote. A la Eucaristía)
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