sábado, 19 de mayo de 2012

LA ASCENSIÓN DE CRISTO



 
Vivir en cristiano es una constante ascensión. 

La Ascensión es como la despedida de un fundador, que deja a sus hijos la tarea de continuar su obra, pero sin abandonarlos a su suerte, ya que sigue a su lado por la presencia de su Espíritu. Cristo puede irse tranquilo, porque se han cumplido las Escrituras sobre Él, y los discípulos comienzan a comprenderlo. Puede irse tranquilo, no porque sus hombres sean unos héroes, sino porque su Espíritu los acompañará siempre en su misión.
Una consecuencia de la fiesta de la Ascensión es que ahora empieza el tiempo de la Iglesia, el nuestro. Cristo marchó; ahora, sus discípulos, nosotros, tenemos que hacerlo presente. El Señor se vale de nosotros para repetir sus palabras y prolongar sus obras. Prestamos nuestros labios, pies, manos y corazón a Jesús, para que él, en nosotros, siga bendiciendo, consolando, perdonando, compartiendo, sirviendo...

Reflexión orante.

¿Cómo lo hacemos presente cada uno/a de nosotros? Busquemos nuestras respuestas: ¿Seguimos bendiciendo, consolando, perdonando, compartiendo, anunciando a Jesús, sirviendo..?

Jesús inició una tarea; nosotros tenemos que completarla. Se trata de extender el reino de Dios, el gran objetivo de Jesús; de hacer posible el reino de la paz y del amor, o sea, la fraternidad universal. Por eso, no es cuestión de quedarse mirando al cielo, sino de inclinarse sobre las heridas y necesidades de la tierra. Lo nuestro es «anunciar a los pobres la buena nueva, proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, dar la libertad a los oprimidos y proclamar» la misericordia y la gracia del Señor. El Señor nos envía a donde nos necesiten, donde haya un clamor, una injusticia, una soledad, una tarea. Nos manda para que seamos instrumentos de su paz.

¿Trabajamos por ser instrumentos de su paz? En el trabajo, en nuestros familias, dentro de nosotros/as mismos, en nuestros pensamientos, emociones, sentimientos…Me observo y me dejo mirar por Cristo con el fin de convertirme en instrumento de su paz.

Resumiendo, nuestra misión es ir, como Jesús, por el mundo «haciendo el bien», amando como Jesús. La esperanza que nace de la Ascensión no nos ahorra los trabajos de esta vida, tanto los del crecer constantemente en la vida cristiana y sus compromisos como los que supone el peso de la existencia con todos sus avatares; pero les da a todos ellos la categoría, repleta de segura esperanza, de estar orientados hacia el Padre, de tal forma que vivir en cristiano es una constante ascensión.
Tomado de JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES

martes, 8 de mayo de 2012

Una Santa para Hoy







Santa María Eufrasia Pelletier.
Fundadora de la Congregación del Buen Pastor.
1796-1864

Hace ya 72 años, el 2 de Mayo de 1940 fue elevada a los altares, es decir declarada santa por la Iglesia católica,  lo que significa que vivió una vida de amor a Dios en su entrega a Jesucristo y a las personas, a quienes, como Pastora  acogió con ternura inmensa, buscándoles su lado positivo,  incentivándolas a desarrollar sus potencialidades y a crecer en su autoestima a través de un proceso de reconciliación con Dios, con ellas mismas y con los demás. 

Ella fue una mujer carismática, llena de celo por la salvación de las almas, que vivió  con ardor el desafío de ir tras la oveja perdida, según la  parábola del Evangelio. (Lc 15, 1 ss)

Sus continuadores reconocemos su profunda experiencia de Cristo Salvador y su firme esperanza en  una sociedad mejor,  posible con la gracia de Dios operando a través de sus hijas de la Congregación del Buen Pastor, y de  los y las  colaboradores de la gran familia. Declaramos, que su ejemplo nos inspira para seguir sus huellas de santidad,  en una vida en que la contemplación de Jesús misericordioso, se hace acción en las personas más desheredadas de nuestra sociedad.