miércoles, 8 de junio de 2011



BIENAVENTURADA MARIA DRÖSTE

LA CONSAGRACION DEL GÉNERO HUMANO AL SAGRADO CORAZÓN. (II Parte).

Dando una mirada retrospectiva a los acontecimientos de la Iglesia del siglo 20, las comunicaciones del Sagrado Corazón a María Dröste se consideran como acercamiento directo del ecumenismo y de los decretos del Vaticano II. Esto es lo que afirma el P. Ricciardi: “La extensión de la consagración a todo el género humano fue la primicia y la lejana preparación, ciertamente inspirada y querida de Dios, en el Concilio Vaticano II, en el movimiento ecuménico que ha suscitado gracias al encuentro entre la Iglesia de Roma, no solamente con las otras Iglesias cristianas de hermanos separados, sino también con los no bautizados y los no creyentes“.

En la Encíclica Annum Sacrum que anunciaba la Consagración del género humano al Sagrado Corazón en 1899, León XIII lanzaba lo que podríamos llamar un discreto llamado al ecumenismo, cuando retomaba, en sus propios términos, los objetivos de la Consagración que le había transmitido María. Sesenta años más tarde, exactamente, en 1959, Juan XXIII anunciaba su intención de convocar un Concilio Ecuménico. Ese Papa no pudo ver la primera versión del Decreto sobre el Ecumenismo. Pero el espíritu del movimiento de apertura hacia nuestros hermanos separados estaba en marcha y, el 21 de noviembre de 1964, el Papa Pablo VI lo promulgaba como uno de los Decretos del segundo Concilio histórico del Vaticano.

Ese lento, pero siempre más amplio movimiento hacia la unidad nos recuerda como María Droste describía su comprensión de la petición del Señor tal como ella la exponía en su carta a León XIII: “El Señor me hizo conocer que, por ese nuevo impulso que debe tomar el culto de su divino Corazón, Él hará brillar una luz nueva sobre el mundo entero, y estas palabras de la tercera misa de Navidad me penetraron el corazón: Quia hodie descendit Lux magna super terram. Me parecía ver (interiormente) esa luz, el Corazón de Jesús, ese sol adorable, que hacía descender sus rayos sobre la tierra, primero más estrechamente, después ensanchándose, y en fin iluminando el mundo entero. Y él dijo: “Los pueblos y las naciones serán iluminadas del resplandor de esta luz, y serán abrazados en su ardor”.

A través de León XIII, la Iglesia afirmó ese “nuevo desarrollo del culto al Sagrado Corazón de Jesús“, al alba del siglo XX. En medio de ese mismo siglo, Juan XXIII abría el Segundo Concilio del Vaticano que, por primera vez en la historia, dirigiría su mensaje a toda la humanidad y no solamente a los fieles de la Iglesia Católica. El tema de la luz subrayado por el Papa Juan es el tema clave de ese gran Concilio y LUMEN GENTIUM es la expresión que abre el documento más importante de ese Concilio, la Constitución Dogmática sobre la Iglesia.

Hoy día, 8 de junio celebramos el aniversario de la muerte de María y el cumplimiento del encargo que le fue confiado por el Señor. Comprendemos mejor, que ella fue una mística y que le fue dado el vivir una unión muy íntima con Dios. Sin duda, ninguno-a de nosotros será un “místico-a“ a la manera de María, pero todos estamos llamados a la contemplación en el corazón de nuestra acción apostólica. Ninguno de nosotros será tal vez, invitado a sufrir tanto como ella, pero todos podemos responder con amor, como ella lo hizo, a las dificultades y a los desafíos que encontramos en nuestra misión del Buen Pastor. Tal vez no seamos nunca llamados a transmitir a la Iglesia un mensaje particular del Sagrado Corazón, pero tendremos siempre numerosas ocasiones de trabajar para su Gloria y la salvación de las personas.

Lo esencial y el corazón del mensaje de María para nosotros hoy día es: seamos “buenos pastores“, en todas las culturas, todas las circunstancias de la vida, plenamente confiados de que encontraremos en la misericordia inagotable del Corazón de nuestro Buen Pastor, la creatividad para responder a las necesidades del tercer milenio.

Del Acto de Consagración al Corazón divino de Cristo (Extracto)

Entré en contacto personal con el Amor Eterno, por el Santísimo Sacramento... he recibido el inestimable don de Dios. Desde entonces el Amor del Redentor me urge...También imploro el Amor Eterno para todos los hombres. Qué él me otorgue el poder derramar su Amor en los corazones de todos; que él me haga acoger a los pobres con compasión; a los oprimidos, los excluidos, los que están en peligro y los que han caído, para conducirlos a Él, el Divino Corazón, Él, el Buen Pastor. Qué esta fuerza me sea dada por el Santísimo Sacramento de su Amor humano-divino!

María Dröste, religiosa del Buen Pastor, fue beatificada por Pablo VI. (1-11-1975)

En religión tomó el nombre de MARÍA DEL DIVINO CORAZÓN.

Extractos de la Conferencia de Hna. James Wilson - Centro Espiritual del Buen Pastor, Angers 1999


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